Programación de un curso de español para extranjeros<

Programación de un curso de español para extranjeros

Al concluir este curso y una vez realizada la memoria del mismo, me gustaría reflexionar en estas líneas sobre mi experiencia y todo lo que he aprendido.                                                                    La teoría disgregada en 6 módulos, me ayudó a tener una idea generalizada de todo lo que implica ser profesora de español para extranjeros. La práctica que venía al final de cada tema, me sirvió para afianzar los conceptos propuestos y a enfrentarme por primera vez a supuestos reales.

Cuando esta fase terminó, empecé a plasmar los conocimientos adquiridos en la creación de mi memoria. Desde el inicio, me basé en los principios metodológicos del método comunicativo, por ser el más eficaz al tener en cuenta las virtudes y las carencias de metodologías anteriores. La lengua es concebida ahora primordialmente como un instrumento de comunicación y como un proceso de construcción creativa.
Mi labor no se limitó al ámbito del aula, por lo que, tanto dentro como fuera de ella, desempeñé diferentes funciones según el momento en el que se encontraba el proceso de enseñanza y aprendizaje.  
Les fui cediendo el control sobre la lengua a los alumnos de manera gradual, permitiendo así que el proceso de aprendizaje fuese un paso más allá: el alumno tuvo que tomar decisiones personales sobre lo que quería decir y pudo elegir sus propios
En el diseño de cada unidad didáctica me ocupé de los siguientes aspectos: objetivos, contenidos, actividades, recursos y materiales y criterios de evaluación.
La propia dinámica de la enseñanza puesta en marcha, cuya evolución en la práctica resultaba en parte imprevisible, fue la que me indicó qué opciones podían ser las más interesantes en cada momento, en relación con variables como el ambiente en el aula, las dificultades imprevistas, los resultados obtenidos, las conclusiones y nuevas propuestas que pudiesen plantear los alumnos, de modo que estos participasen activamente en todo el proceso de desarrollo de la unidad.
Tuve en cuenta en cada unidad el tiempo y su posible distribución a lo largo de cada sesión, según los diferentes momentos y actividades que se fuesen a desarrollar, contemplándolo desde una perspectiva dinámica y flexible.
Los espacios y recursos comunes fueron también aspectos que utilicé con el mismo criterio de flexibilidad y dinamismo. Cómo organizar el aula, de qué forma distribuir a los alumnos en las distintas actividades y sesiones de trabajo, cómo disponer de los materiales y recursos, qué papel desempeñé como docente  en los distintos momentos,.. etc.
También tuve en cuenta la dimensión evaluadora de los aprendizajes del alumnado, del proceso de enseñanza, de mi labor docente y de la propia unidad didáctica.

La evaluación me permitió, por tanto, mantener y regular el proceso de enseñanza con el fin de mejorarlo y adaptarlo a las diversas incidencias que se fueron produciendo. Me centré en cuestiones relativas a su finalidad (para qué hacía determinada evaluación), al objeto de la misma (qué había evaluado), al momento (cuándo lo había hecho), al procedimiento a seguir (con qué técnicas e instrumentos lo había realizado), a los alumnos y  a los resultados obtenidos (qué conclusiones había sacado).