Un viaje que me cambió la vida
Tenía 17 años cuando hice un viaje inolvidable a Bilbao y a San Sebastián con mi escuela, y mis experiencias durante este viaje de estudios desencadenó un amor por el País Vasco que no deja de crecer.
Pasamos nuestro primer día en Bilbao. Estaba bastante nublado, pero ningún cielo gris puede disminuir el esplendor de la arquitectura vasca. Los edificios tenían tanto carácter que me dije «¡debo vivir aquí cuando sea mayor!»
Mientras explorábamos la ciudad, nos topamos con algunas personas que jugaban a un deporte tradicional vasco que se llama jai alai. Cada jugador llevaba un guante enorme en forma de gancho, nunca había visto algo así. ¡Hasta el día de hoy, una de mis metas en la vida es aprender a jugar este juego! La cultura vasca es tan vibrante y rica que cuanto más descubría, más me enganchaba.
Visitamos muchos museos que exploraban la historia fascinante del país. Lo que más me quedó en la mente fue cuando aprendimos de las tradiciones marítimas vascas en relación con la pesca de bajura y las traineras de remo que se usaban. Aunque no se usan para pescar hoy en día, continúa la tradición de celebrar carreras cada año durante las regatas de San Sebastián. Desde que me enteré, siempre he anhelado asistir a estas regatas, junto con las multitudes enormes de partidarios que apoyan a sus equipos cada año.
Mi amiga y yo nos alojamos con una familia en San Sebastián que era sumamente acogedora y simpática. Observé que mi confianza y mis competencias lingüísticas aumentaban mucho ya que hablamos constantemente y exclusivamente en español. A lo largo de la década durante la que he estudiado el español, me alojaba con tres familias españolas y, cada vez mi nivel lingüístico mejoró notablemente entre el primer y el último día. La inmersión en un ambiente coloquial en el que se habla de cosas que no se nos enseñan tradicionalmente, extendió mi vocabulario y mi comprensión lingüística. Por ejemplo, nuestra familia nos enseñó un juego de naipes que se llama Escoba. Nos explicó las reglas del juego en español, lo que fomentó el desarrollo de nuestro conocimiento en el idioma. Por desgracia, no conseguí comprar una baraja de naipes para seguir jugando con mis amigos en el Reino Unido, pero espero reaprender a jugar algún día.
Mi visita a Bilbao y San Sebastián con mi escuela fue la fuerza impulsora de mi decisión de estudiar los idiomas en la universidad. Me di cuenta que me había enamorado de la gente, la arquitectura y la cultura del País Vasco, y soñé con pasar mi año en el extranjero allí. El Instituto Hemingway ha hecho este sueño realidad. Ahora vivo y trabajo en Bilbao, y tengo la oportunidad de hacer todas las actividades que quería hacer desde mi primer viaje a esta ciudad increíble. No tengo palabras para agradecer al Instituto por ayudarme a cumplir mis deseos de vivir en el País Vasco.