Juegos y actividades en el aula de español: mi experiencia en Polonia
Voy a hablar de una experiencia personal, de docente, en relación a algunos alumnos ‘adultos’, tal vez demasiado adultos, que están aprendiendo español conmigo. En la escuela de idiomas donde enseño, cerca de Gdansk, en Polonia, tenemos algunos juegos para niños, para dar soporte a la enseñanza del idioma, y entre esos juegos tengo uno que es mi favorito: una cajita con 9 dados de plástico de seis caras, cada cara tiene un signo o un personaje haciendo algo.
Algunos de esos signos son la luna, el sol, una flecha y una llama de fuego, etc.; y entre los personajes hay caras de alegría, de tristeza, de enfado y demás. El juego es extraordinariamente sencillo, consiste en lanzar los dados, ver que caras salen e inventar con ellos una historia, con principio (3 dados), nudo (3 dados más) y final (3 dados más), en efecto, el esquema universal de una historia, relato o cuento. Por supuesto se pueden sumar nuevas tiradas, para alargar el relato y darle más emoción al asunto. Pues bien, tal día pensé que sería divertido utilizarlo en clase con alumnos adultos, de nivel intermedio, B1.
Algunos se lo tomaron muy bien, les gustó y sacaron sin problema ‘al niño que llevan dentro’, es decir, a su parte creativa e inventiva, lo que garantiza un buen resultado de producción lingüística. Otros, unos pocos, se sintieron algo incómodos cuando les toco lanzar los dados e inventar su historia, y unos pocos menos se negaron a jugar, y se quedaron como espectadores solitarios. Bueno, digamos que estos últimos estaban en su derecho de no querer jugar y aprender.
Es normal, por desgracia, que los adultos en general sienten pánico hacia dos cosas: una, dibujar; y dos, tirar unos dados de plástico e inventar una historia. Soy profesor de español para extranjeros, pero mi formación universitaria fue en Relaciones Públicas, y digo esto: si yo fuese el responsable de RRHH en una empresa que solicitase un trabajador con conocimiento de español, u otra lengua, en calidad de L2, exigiría al candidato una competencia idiomática adecuada, quizá de nivel intermedio, como mínimo, pero más aún: exigiría esa capacidad inventiva de la que hablo con el idioma; es más, le pondría en sus manos esos dados y le pediría que los echara, que me inventara una historia, aunque fuese un cuento absurdo sin pies ni cabeza. ¿Adónde voy con todo esto?
Algunos alumnos sienten miedo de crear y de inventar, alumnos de lengua y de tantos otros conocimientos, y el miedo bloquea el aprendizaje, y la creatividad y la inventiva van unidas al aprendizaje, y comunicarse es crear e inventar.
En fin, Alea iacta est, que dijo Julio César.